
Se deslizaban entre sus dedos las últimas gotas de agua que bebería, las últimas gotas que refrescarían su cara, sonrojada de calor. Podía sentir como se escapaba de ella ese último sorbo de ínsipida dicha. Mas al agua se le unió el viento, tan fuerte, que de un soplo la distrajo. Se recostó entonces en el pasto y cerró los ojos para sentir como le rozaba la piel y le alborotaba el cabello que cubría su rostro, mientras le levantaba el vestido. Tenía tanta sed, pero que gustosa se sentía allí tirada, encantada y atraída a las maravillas que el viento le susurraba al oído. Como elegir entre los secretos que este le traía, y lo que el agua se llevaba consigo. En ese punto y al pensarlo, se contestó su pregunta. En cambio el viento la abrazó cada vez con mas fuerza. Parecía estar sobre ella, abrazandola, enamorandola. Que fáciles serían las cosas ahora que estaba decidida a quedarse allí recostada.
Pero mientras el agua se llevaba recuerdos, sintió que se iba con ella, una parte de si. Arrebatada corrió hacia el río y dio un salto para asi quedar completamente sumergida en el. Mientras volaba, el viento volvió a rozar su rostro y volvió a alborotarle el cabello, y le repitió esas maravillas al oído. Pero ella quería beber, quería beberse sus recuerdos, ahogarse en ellos, quería quitarse esa sed. Sintióse caer como si ya no hubiera agua, como si se hubiera lanzado al vacío.
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