martes, 11 de diciembre de 2012

Dos vasos de vino.

Recuerdo aquella vez que te vi sentada, junto a él, en aquel sofá. Estabas riéndo.  Yo podía notar que no reías de verdad y, sin embargo, continuaste radiante, pero fingidamente, con tu sonrisa.
Mientras tanto yo también rei. Debo decir que además de que compartía con otros amigos, no solo se debía a eso. Reí porque sabía que me observabas. 
Un par de veces nuestros ojos se encontraron, más apartaste la mirada. En parte para que el no lo notara y en parte, porque no podías soportar que yo te estuviera mirando tan risueño, pero a la vez con tanta pena por ti, y tu falta de coraje.
Apenas si compartimos esa noche y es que pasaste toda la velada entre sus besos y abrazos, que recibías sin mucho animo. Y es que estaba yo en frente, pero ¡bah! ! Quién te entiende?!.
Depronto estabamos allí los dos. Solos al fin. Te abracé tan fuerte, tanto. Tenía rabia, y muchas, pero muchas ganas de besarte.
Cuando por fin lo hice, sentí como te desvanecías. Pude notar que habrías deseado estar así toda la noche, solo que conmigo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario