miércoles, 29 de enero de 2014
Deseo.
Cuando estás cerca de mi siento un terrible impulso, un deseo infinito por escribir. No creo que lo entiendas, pero cuando te veo es como si el mundo entero se detuviera y todos tus movimientos ocurren en cámara lenta. Entonces solo falta un lápiz y un papel. Escribiría acerca de lo seductor de tu clavícula, como puedo ver cada uno de los poros de tu piel, como bajo un microscopio en un punto exacto, a tal medida que me permite ver los vellos y la luz contorneándolos, formando figuras con las sombras alrededor de ellos. Escribiría acerca de tus brazos cuando te estiras y emites un sonido de relajo y te miro la boca y pierdo la concentración. Vuelvo a tus brazos, que son perfectos; y yo nunca me había fijado en los brazos de nadie, pero veo tu piel morena, tostada a la perfección y no concibo como, ni cuando te me escapaste. Mi corazón está en otra parte, palpita y palpita con tal rapidez, que solo se puede deber al recuerdo de hace tan solo segundos, cuando te miraba los labios. Una vez me dijiste que te encantaban los mios, pero no hay palabras para describir los tuyos; si las hubiera, describirían el perfecto color y textura, cómo la comisura de ellos aparece ante mis ojos como la toma mas hermosa de una película independiente y la forma en que tus dientes resaltan entre ellos para recordarme las tantas veces que mordiste mi boca. Es tu boca. Y en ese momento, cuando estiras tus brazos hacia arriba, recorro todo el trazo de tu pecho hasta la hebilla de tu cinturón y contemplo perpleja lo que se ve de tu estómago que recuerdo, claramente, desnudo. Y entonces alguien me saca de ese sueño en el que vivo despierta. Trago saliva y continúo.
sábado, 18 de enero de 2014
jueves, 9 de enero de 2014
Esperarte
Estoy cansada de esperarte. La mayor parte del tiempo pienso en cuantas horas tendrán que pasar para poder hablarte, para que sea apropiado y no desesperado. Pienso en ti tanto. Pienso en el día de ayer cuando jugábamos a que nada estaba mal; y no lo estaba. Abrazados otra vez, mirándonos a los ojos, tocándonos, respirando a solo centímetros, esperando. Esperando otra vez. Es lo único que hago. No pude besarte, no encontré la fuerza. No es un juego para mi, si te beso no podré dejarte ir. No otra vez. Sin embargo, ahí estaba yo, intentándolo. Pienso que ese pequeño roce de dos segundos en que puso mi boca sobre la tuya solo para sentirla y no como un beso me dieron algo que no pensé volvería a tener, y eso es: certeza. Certeza de que en algún momento fuimos, que podemos volver a ser y que ahora no somos, pero te espero. Y ya no se si estoy tan cansada de esperarte.
sábado, 4 de enero de 2014
A veinte centímetros de distancia.
Recostada mirando hacia el techo, podía sentirte. Estabas tan cerca y a la vez tan lejos, que el dolor se hacía solo mas insoportable. Di mil giros para encontrar la forma más cómoda de dormir y pensar en otras cosas, pero cada fibra de mi quería levantarse y acercarse a ti, tomarte la mano o siquiera respirar cerca tuyo.
En uno de mis tantos movimientos quedé frente a ti, tu no me veías, pero yo si y cada parte de mi deseaba acariciarte como aquella vez. Tu lo recuerdas.
Las luces de la calle atravesaban las ventanas y marcaban tu silueta recostada. Tus brazos, tu espalda, tu cabello. Nunca pensé sentirme tan atraída físicamente hacia alguien, pero estaba llena de deseo. Deseo de ti.
Estiré mi mano y jugué con la tuya, acaricié tu espalda y enredé mis dedos en tu cabello. Todo a veinte centímetros de distancia.
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