miércoles, 29 de enero de 2014
Deseo.
Cuando estás cerca de mi siento un terrible impulso, un deseo infinito por escribir. No creo que lo entiendas, pero cuando te veo es como si el mundo entero se detuviera y todos tus movimientos ocurren en cámara lenta. Entonces solo falta un lápiz y un papel. Escribiría acerca de lo seductor de tu clavícula, como puedo ver cada uno de los poros de tu piel, como bajo un microscopio en un punto exacto, a tal medida que me permite ver los vellos y la luz contorneándolos, formando figuras con las sombras alrededor de ellos. Escribiría acerca de tus brazos cuando te estiras y emites un sonido de relajo y te miro la boca y pierdo la concentración. Vuelvo a tus brazos, que son perfectos; y yo nunca me había fijado en los brazos de nadie, pero veo tu piel morena, tostada a la perfección y no concibo como, ni cuando te me escapaste. Mi corazón está en otra parte, palpita y palpita con tal rapidez, que solo se puede deber al recuerdo de hace tan solo segundos, cuando te miraba los labios. Una vez me dijiste que te encantaban los mios, pero no hay palabras para describir los tuyos; si las hubiera, describirían el perfecto color y textura, cómo la comisura de ellos aparece ante mis ojos como la toma mas hermosa de una película independiente y la forma en que tus dientes resaltan entre ellos para recordarme las tantas veces que mordiste mi boca. Es tu boca. Y en ese momento, cuando estiras tus brazos hacia arriba, recorro todo el trazo de tu pecho hasta la hebilla de tu cinturón y contemplo perpleja lo que se ve de tu estómago que recuerdo, claramente, desnudo. Y entonces alguien me saca de ese sueño en el que vivo despierta. Trago saliva y continúo.
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