lunes, 1 de septiembre de 2014

Todo bien.

Sentí tus manos sudadas tomarme por detrás, acercando mis caderas a las tuyas. Con una mano hiciste mi cabello hacia un lado y con la otra recorriste el largo de mi espalda. Mi respiración se volvió más y más rápida al sonido de tu voz diciéndome que separara un poco las piernas. Sentí mi piel erizarse al sentir tus dos manos separarlas bruscamente; no te había hecho caso, me sentía expuesta.
Me empujaste y apretaste contra la pared con la fuerza de tu cuerpo que, como el mio, estaba completamente desnudo. Me sentí sofocada, ahogada, nerviosa. Pero luego, lentamente, besaste mis hombros y me susurraste al odio: ¿Todo bien?
Me dejé llevar, entonces, por todo el deseo que sentía había venido acumulándose por días, antes de vernos.

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